¿Qué queremos? ¿Pasaporte COVID para entrar en las tabernas, tugurios, discotecas..., hasta el fondo de la barra, o pasaporte sin tiempo para acercarnos al espacio sin frontera ni dimensión que constituye nuestra genuina y luminosa heredad? Las formas se transforman, son pasajeras y aceptarlo constituye la mayor liberación. El virus planetario tuvo la virtud de situar a la entera humanidad ante la disyuntiva inaplazable. ¿Agarrarnos como podamos a esta carcasa, a esta temporal morada, o identificarnos con quien la habita, proyectarnos en lo que realmente somos y nunca muere?, he ahà la cuestión. El verdadero debate estaba en importante medida equivocado. Cada quien sortea el dilema de la inoculación según su Ãntimo criterio y circunstancias. La cuestión primordial no era vacuna sà o no, si no discurso del miedo o de la fe y la esperanza. La polémica sobre la vacuna es, al dÃa de hoy, en buena medida estéril, mientras una u otra parte no reúnan más datos definitivos. El debate era civilización asida a las formas pasajeras o al espÃritu sin tiempo. El paradigma adherido a lo concreto y lo tangible zozobra y el COVID le está dando el empujón postrero. No existe la seguridad total, por más veces que nos pongamos a la cola cÃvica del pincho. Lo único que nos traerá paz es por fin concluir que no somos esa vestidura que circunstancialmente utiliza nuestro Real Ser para evolucionar. Sólo la conciencia de un peregrinaje evolutivo sin término nos procurará una paz que todas las vacunas unidas no pueden asegurarnos. No se entienda esta reflexión como una invitación a descuidar las elementales y eficaces medidas de prevención sobre todo natural, sino como una llamada al altruismo y la positividad en medio de una crisis de dimensiones desproporcionadas. |
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