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EL IMPORTANTE MENSAJE DEL COVID

Me he dado cuenta cuando me han pedido un test de antígenos para un acto importante al que pensaba acudir: vamos detrás de imposibles, de una inmunidad absoluta que no existe, con la frustración inevitable que ello comporta. Queremos asegurarnos lo que toda la ciencia reunida no puede. Mañana nos pedirán no sé cuántas dosis, no sé cuántos test..., pero aún así, ese miedo tan arraigado, ese peligroso contagio del temor que ha inoculado la cultura materialista, no logra huir de muchas entrañas.

Las actuales y críticas circunstancias la han auspiciado. Está emergiendo cada vez con más fuerza la única alternativa posible, el modelo fundamentado en la conciencia emancipadora de lo que no muere y trasciende las formas. Cobra creciente arraigo la civilización aguardada, aquélla por fin pivotada en el convencimiento de una vida que nunca se acaba. Hay un mundo que cede, que hace aguas por todas partes y el COVID le está quitando el último salvavidas. La crisis global ha evidenciado la pronta caducidad de una cultura planetaria que se adhiere exclusivamente a lo tangible y por lo tanto caduco.

¿Qué queremos? ¿Pasaporte COVID para entrar en las tabernas, tugurios, discotecas..., hasta el fondo de la barra, o pasaporte sin tiempo para acercarnos al espacio sin frontera ni dimensión que constituye nuestra genuina y luminosa heredad? Las formas se transforman, son pasajeras y aceptarlo constituye la mayor liberación. El virus planetario tuvo la virtud de situar a la entera humanidad ante la disyuntiva inaplazable. ¿Agarrarnos como podamos a esta carcasa, a esta temporal morada, o identificarnos con quien la habita, proyectarnos en lo que realmente somos y nunca muere?, he ahí la cuestión. El verdadero debate estaba en importante medida equivocado. Cada quien sortea el dilema de la inoculación según su íntimo criterio y circunstancias. La cuestión primordial no era vacuna sí o no, si no discurso del miedo o de la fe y la esperanza. La polémica sobre la vacuna es, al día de hoy, en buena medida estéril, mientras una u otra parte no reúnan más datos definitivos.

El debate era civilización asida a las formas pasajeras o al espíritu sin tiempo. El paradigma adherido a lo concreto y lo tangible zozobra y el COVID le está dando el empujón postrero. No existe la seguridad total, por más veces que nos pongamos a la cola cívica del pincho. Lo único que nos traerá paz es por fin concluir que no somos esa vestidura que circunstancialmente utiliza nuestro Real Ser para evolucionar. Sólo la conciencia de un peregrinaje evolutivo sin término nos procurará una paz que todas las vacunas unidas no pueden asegurarnos.

No se entienda esta reflexión como una invitación a descuidar las elementales y eficaces medidas de prevención sobre todo natural, sino como una llamada al altruismo y la positividad en medio de una crisis de dimensiones desproporcionadas.

 
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